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La niña destronada.


¿Cuántas veces hemos reaccionando de forma desmedida ante un comentario o un hecho bastante trivial? ¿0 hemos sentido una gran impotencia o un descontrol que nos altera, nos bloquea y nos hacen actuar de manera infantil, poco eficiente, con la consiguiente culpa o vergüenza por nuestra reacción a una tontería? Y luego decimos: “es más fuerte que yo.”

Todos hemos vivido esto en muchas ocasiones y no podemos entender por qué y para qué actuamos de esta manera cuando, mirando el hecho con distancia y frialdad, es obvio que es una pequeñez o por lo menos no es tan importante como lo pareció en ese momento en particular.

Además, llegamos a tener la sensación de vivir una y otra vez situaciones similares y que las resolvemos de forma inadecuada cada vez que las vivimos o padecemos.

Pongo el ejemplo de una paciente. Esta mujer me contó que tuvo una discusión muy acalorada con su marido cuando el hijo de él y de su anterior pareja, (que viene a su casa el fin de semana cada quince días) se sentó otra vez en el lado del sofá que ella suele ocupar en el día a día.

Cuando ella me lo contaba se daba cuenta que su comportamiento había sido infantil, desproporcionado y que su marido no se merecía lo que ella le había dicho en ese momento de “locura” (así lo llama ella). Nos ponemos a estirar pensamientos, analizamos la situación, sus emociones… Vemos que ella ya se ha sentido así otras veces y llegamos, con mucho dolor y llanto de por medio, a la “explicación original” (o eso creemos las dos) de su sensación de “me quitan el lugar”.

Ella fue hija única hasta los 8 años. Hija de una pareja joven que estaba estudiando y por tanto: no fue buscada, fue fruto de un embarazo no deseado. A los 8 años llegó su hermana, que sí fue deseada. Los padres ya eran mayores y estaban más asentados en sus profesiones y se sentían más preparados para ser padres.

Mi paciente sufrió mucho de celos durante los primeros años de vida de su hermana y reconocía que actualmente su relación con ella era buena, pero que aún sentía celos de vez en cuando. Ella se sintió desplazada por su hermana en el corazón de sus padres, alguien nuevo ocupó su sitio, o así es como ella se sentía de pequeña. Es decir que allí se creó una herida en el corazón o en el ser de esa niña y la idea y la sensación de desplazamiento quedaron fijadas en su mente no consciente.

Volvamos a la realidad de esta mujer de 40 años que viene a verme.

Hizo la toma de consciencia de cuando ella juzgó la situación del sofá ocupado por el niño nuevo y que la llevó a perder los papeles ante su marido, lo había hecho desde su niña interior dolida y desplazada. Entendió, lloró, sintió menos estrés, se sintió menos culpable y menos loca. A partir de ahí comenzamos juntas un proceso de sanación de esa niña de 8 años que aún habita en su interior y que está como adormecida, hasta que surge una nueva situación de “me han desplazado otra vez”.

Este caso sirve como ejemplo para decirnos que con frecuencia lo que nos hace reaccionar de forma exagerada es nuestra propia historia de infancia, o nuestras vivencias dentro del útero de nuestra madre donde vivimos de forma vicaria todo lo que la madre y el padre sienten. Incluso a veces nos encontramos repitiendo patrones de comportamiento ancestral que forman parte de nuestra historia familiar. Todo esto por supuesto de manera inconsciente. Y en estos casos siempre decimos “es más fuerte que yo”.

Si alguna vez te sientes como que no estás en control de tus emociones y reacciones, ven a verme que seguro que juntos podemos hacer que veas la luz al final del túnel.

Vero.

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