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Quejarse o no quejarse. Esa es la cuestión.


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La queja se ha convertido en algo tan común en nuestras vidas, que no le damos la importancia que se merece. Día tras día, nos quejamos, recibimos las quejas, o simplemente, las escuchamos.

Según el profesor de psicología R. Kowalski, los que se quejan se dividen en tres grupos:

  • los que se desfogan mediante la queja y no les interesan las soluciones a sus problemas.

  • los que buscan la simpatía y el consuelo ajeno y se quejan creyendo que lo que les pasa a ellos es lo peor.

  • los “quejadores” crónicos que viven en un estado de queja permanente y lo hacen sobre lo mismo, una y otra vez.

Es importante que tomemos consciencia de estas quejas. No tenemos que castigarnos mentalmente, sino hacer algo al respecto. Por el bien de nuestra salud mental y física, y para así no deteriorar las relaciones con los que nos rodean.

Todos tenemos amigos o conocidos que en cada comida, reunión, encuentro o llamada, lo único que hacen es quejarse y sentirse víctimas. Estas personas no se dan cuenta del efecto negativo que tiene esta conducta: en ellos y en sus relaciones personales. Los receptores de estas quejas finalmente tienden a evitar al “quejador”. Tanta negatividad es tóxica.

Un antídoto contra la queja es el agradecimiento. Cuando vivimos en un estado mental de agradecimiento, la queja no tiene lugar ya que ambos estados o conductas son incompatibles.

Pongamos un ejemplo. Me quejo (otra vez) de que tengo que coger el coche para ir a trabajar por la tarde. Intentemos darle la vuelta a este discurso por: doy gracias que tengo coche, que tengo trabajo, que estoy sano… Lo sé, puede parecer una tontería, pero son las pequeñas cosas que pasan desapercibidas en nuestra vida cotidiana, las que tenemos que aprender a apreciar y agradecer. Así, nuestro estado mental cambia y con ello, nuestro estado de ánimo. Dejo de vivir en la negatividad, paso a vivir en la alegría de estar vivo y sano, y logro así vivir en un contexto de paz.

Si eres de los que les cuesta salir de ese círculo vicioso de queja-mal humor, estoy al otro lado del teléfono para que me cuentes tu historia.

Buen día. Buena vida.


Vero.

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