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¿Existe la pareja perfecta?

Me han hecho esta pregunta muchas veces, tanto dentro, como fuera de consulta, y la respuesta es: SÍ, LA PAREJA PERFECTA EXISTE.

¿Dónde está? ¿Quién es? ¿Qué tengo que hacer para encontrarla?

La respuesta es muy simple. Si tenemos pareja o si estamos compartiendo nuestra vida amorosa con alguien, esa es nuestra pareja perfecta. Mi interlocutor, la mayoría de las veces, pone cara extraña porque hasta hace un momento me ha estado contando los problemas que tiene con esa pareja.

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“Mi pareja actual es perfecta para mí porque a través de mi relación con él o ella aprenderé cosas que desconozco sobre mí y que, al no saberlas me limitan y no me permiten crecer”.

Cuando estamos en pareja, solemos discutir. Chocar como trenes imparables cuando intercambiamos opiniones y luego, nos sentimos culpables o culpabilizamos al otro de lo que ha sucedido. Tenemos que tener muy claro que aquí no hay ni víctimas ni verdugos, que cuando algo nos molesta del otro es porque lo estamos juzgando, sin darnos cuenta quizás, e interpretando todo en función de nuestras creencias. Nuestras creencias están mandando en nuestras mentes y no nos damos cuenta de ello.

Nuestra pareja nos ayudará a crecer y aprender sobre nosotros mismos de varias maneras. ¿Cómo?

Haciéndonos descubrir los programas familiares que llevamos en nuestro inconsciente y de los que no tenemos idea que somos portadores. Al poner consciencia a estos programas o fidelidades familiares, nos dan la posibilidad de sanar nuestro árbol y liberar a nuestros descendientes de estas fidelidades, para que así puedan tener una vida más libre y ser más fieles a sí mismos.

Haciéndonos de espejo. Lo que nos molesta del otro, en realidad es nuestro. Es una proyección de nuestra mente. El otro existe con sus fallos y defectos que tanto nos molestan, en la medida que nosotros negamos nuestro lado oscuro, nuestros defectos.

Ejemplo: Si me molesta que el otro sea muy exigente y demandante, miro hacia mi interior y me pregunto: “¿me exijo mucho a mí mismo o soy poco exigente conmigo mismo? Y esa cualidad mía, ¿me molesta?” Y aquí haciendo un ejercicio de sinceridad total, sin justificaciones, sin excusas, respondo de verdad y la respuesta seguro que es: cierto, no acepto mi grado de exigencia y eso me molesta.

Al cambiar el foco del otro hacia nosotros mismos, empezaremos el aprendizaje al que podemos llegar al estar con esta persona. Y entonces allí, dejaremos de juzgar, porque esto no es ni bueno ni malo, es sólo un aprendizaje. Observaremos, veremos la verdad y trabajaremos para mejorar esa parte nuestra que no nos gusta y que hasta ese momento, rechazábamos.

Al final, la única relación que tenemos que sanar es la que tenemos con nosotros mismos, y llegaremos a esa sanación a través de la relación con nuestras parejas. Así que tenemos que agradecerles su presencia en nuestras vidas.

Gracias pareja mía por ser perfecta.

Buen día. Buena vida.



Vero .

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