top of page

Aprende a decir que no y deja de complacer a todos

Aprende a decir que no supone poner límites, pero también escuchar nuestras propias necesidades.


Tu prima se está cambiando de piso y te llama para que le ayudes; le dices que sí, a pesar de tu dolor de espalda. Tu amiga la fiestera te invita a tomar algo porque quiere festejar no se qué y le dices que por supuesto, que allí estarás; aunque lo que realmente deseas es quedarte en casa a ver esa serie que tienes pendiente.


Sigo. Tu madre te dice que comas más cantidad de sus croquetas recién hechas y, aunque estás llena, te comes unas cuantas más. Si te ves identificada con estas situaciones probablemente seas una persona a la que le gusta complacer a los demás.





Te gusta complacer a cuantos te rodean ¿y tú?


Las personas complacientes están buscando aprobación y validación. Por ello se extralimitan para hacer que los otros se sientan felices, incluso a expensas de su propio bienestar.


Esta tendencia a complacer es algo que viene desde la niñez. Suele ser común en personas que crecieron en un ambiente disfuncional donde se han dado traumas y a veces abusos. La mayoría de nosotros lo hacemos de manera inconsciente.


Todo sin darnos cuenta de que era una estrategia adaptativa para sacar adelante situaciones en el pasado. Pero, tiempo después, la utilizamos de manera indiscriminada. Porque complacer a los demás y ser visto como alguien bueno nos da seguridad, placer y status. En resumen, cosas que todos buscamos para sentirnos a salvo, buenos y válidos.


Por otro lado, decir que NO parece arriesgado, porque puede que haga que la gente se enfade con nosotros. Y, para que esto no ocurra, lo evitamos diciendo que SÍ todo el tiempo. Esto es cortoplacista, porque evitamos el malestar en el momento, pero tiene consecuencias a largo plazo.


De hecho, decir siempre que SÍ cuando queremos decir NO tiene su precio. Y nos hará sentir saturados, desgastados, ansiosos, resentidos y hasta puede llegar a manifestarse en el cuerpo con síntomas físicos.


Cuidando nuestra jarra psicosomática


Tenemos una cantidad determinada de energía física y emocional. Esto es lo que llamamos nuestra jarra psicosomática. Y decir que SÍ aceptando demasiadas obligaciones conlleva una carga de estrés. Además, hará que esa jarra se desborde en forma de problema psicológico (como ansiedad o depresión); conductual (por ejemplo contestándole mal con irascibilidad a alguien que no te ha hecho nada) o físico.


Entonces... ¿Qué hacer para dejar de funcionar de manera tan complaciente? Te lo pondré más fácil con unos consejos.


  • Antes de decir que sí piensa por qué estás diciendo que sí. Considera los motivos que hay detrás de cada afirmación. ¿Es porque tú realmente lo deseas? ¿Lo haces porque te da miedo no hacerlo? ¿Lo haces para que luego la otra persona haga algo por ti? Responderte a estas preguntas es el primer paso.


  • Date permiso para decir que no. Te lo pide tu amigo, tu jefe, un pariente… Y a partir de allí empiezas a contarte una historia en tu mente donde decir que no te transforma en un egoísta, desconsiderado, pasota. Ante esto debes saber que decir que no es sano y adaptativo. Y tienes todo el derecho como ser humano de decirlo. Dite a ti mismo “me permito decir que no cuando lo desee”.


  • Practica el decir no con cosas pequeñas. Muchas veces les digo a mis pacientes que esto es cuestión de práctica. Como cuando queremos ser mejores en un deporte o queremos fortalecer los músculos. Usando este último ejemplo, cuando voy al gimnasio por primera vez no empiezo levantado 50 kg, empiezo con las pesas pequeñas y paso a paso voy aumentando el peso. ¡Empieza entonces practicando! Por ejemplo, cuando te llaman por teléfono y te hacen una súper oferta telefónica o cuando vas a un centro comercial y te ofrecen una tarjeta de crédito gratuita. De manera educada di que no. Una vez lo has hecho varias veces, te das cuenta de que no se desata ninguna catástrofe (permíteme la ironía), al contrario, te sientes asertivo y más libre.


  • Pon límites respecto a lo que quieres y no quieres hacer. Piensa en ese amigo o pariente que te pide muchas cosas y te da poco a cambio. Piensa en tus prioridades y decide si alguien simplemente se está aprovechando de tu buena disposición o si de verdad necesita tu ayuda. Una vez decidas qué relaciones merecen tu energía y tu tiempo, a continuación, pon límites y decide qué quieres y qué no quieres hacer.


  • No des una respuesta inmediata. Tómate tu tiempo para pensar y responde que estás ocupado en ese momento y que le contestarás luego o que tienes que mirar tu agenda, que no tienes a mano. Repito, tómate tu tiempo y no contestes en caliente. También puedes preguntar cuánto tiempo va a durar esa tarea en la que te piden que ayudes. Ten presente que puedes negociar los términos de tu sí, las cosas no son todo o nada.


  • No expliques demasiado. Al contrario, da una respuesta firme y corta. Tendemos a dar demasiadas explicaciones de por qué decimos que no. No lo hagas, resiste esa especie de urgencia que sientes por justificarte.

Utiliza la técnica del bocadillo para decir que no o rechazar algo. Primero di algo positivo (el pan), luego di el no (el jamón) y finalmente vuelve a decir algo positivo (el pan) y así es más fácil para ti y para el que lo recibe.


Por ejemplo, te han invitado a una cena y no tienes ganas de ir. Puedes decir “gracias por la invitación y por haber pensado en mí, no podré asistir, seguro que os lo pasaréis súper bien. Disfrutad mucho”.


Espero que estas sugerencias te sirvan de ayuda para reafirmarte y pensar más en ti. Esto ayudará a reforzar esa autoestima que a veces está débil como algunos de nuestros músculos. Y recuerda que puedes contar conmigo para acompañarte en todos estos procesos.


Buen día. Buena vida.


Vero

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
bottom of page