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Malos hábitos que consumen mi energía

Algo que es muy común en estos tiempos, es la sensación de estar muy cansados y que a duras penas llegamos al final del día. Esto nos lleva a consumir alimentos, suplementos o bebidas azucaradas, por ejemplo, para tener ese extra de energía que nos hace falta.


¿Y qué pasa con los hábitos diarios? ¿Hay algo que podamos hacer al respecto?


Imagínate que tu energía es como un vaso con agua que tiene un agujero en la base. Para asegurarte de que ese vaso tiene suficiente agua todo el tiempo, puedes hacer dos cosas: echarle más agua o hacer que el agujero de la base sea más pequeño.


Pues encontrar maneras de aumentar tu energía es similar a rellenar el vaso o centrarte en conseguir que tus tareas te consuman menos, para reducir ese agujero.


¿Cómo optimizar esa energía vital diaria que tienes?


Aumenta tu energía de manera sana comiendo bien, haciendo ejercicio de manera regular y durmiendo suficientes horas por las noches. También puedes hacerlo poniendo límites y asegurándote de que encuentras esos saboteadores de energía que te están drenando.


A continuación, te comentaré algunas cosas que puede que te consuman sin que te des cuenta.


Ver programas de alta carga emocional en la tele, la tablet o el móvil


Identificarte con personajes y situaciones ajenas hace que tengas la sensación de estar viviéndolas en carne propia. Así funciona nuestra mente inconsciente. Estas experiencias hacen que percibas el mundo de manera diferente y hagas tuyos todos estos estados emocionales que viven los personajes.


Si hacemos esto en exceso, estaremos sobre estimulados y muy activados. Y sin darnos cuenta haremos esfuerzos mentales para regular estos excesos internos. Esto puede llevarnos a la fatiga mental, dificultades para concentrarnos y a disponer de bajos niveles de energía.


Solución: sé cuidadosa con la cantidad de entretenimiento que consumes y a qué hora lo haces. Ponle consciencia y date cuenta de que hay determinados temas que quizás es mejor evitar.


Pasar muchas horas sin comer


Nuestro cuerpo obtiene energía de la comida que comemos y le viene bien sentir que se la proporcionaremos con regularidad. No voy a entrar en este tema porque no es mi especialidad, pero puedes consultar con un experto en nutrición si te parece que tu pauta alimenticia no es la ideal y está afectando tus niveles de energía.


Trabajar en un escritorio muy desordenado


Trabajar en un ambiente lleno de cosas hace que te distraigas más. Y, como resultado de esto, tardas más en completar tus tareas y necesitas más energía para poder mantener el foco de atención.


Solución: mantener el lugar de trabajo o estudio ordenado y estructurado, donde tengas todo lo que necesitas en su lugar. Diariamente, puedes dedicar 10-15 minutos a ordenar tu zona de trabajo escuchando música relajante y así estarás creando un patrón positivo de conducta.


Planificar mucho y con mucha antelación


Planificar ayuda hasta cierto punto. Ayuda a organizar tu tiempo y a hacer tus tareas de manera más eficiente. Pero, si lo haces en exceso, tendrás poca flexibilidad y te verás viviendo en el futuro en vez de disfrutar el presente.


Estar pendiente de un calendario lleno de obligaciones puede causar ansiedad anticipatoria, lo que produce efectos adversos en tu memoria y la rapidez de procesamiento. Lo que a su vez perjudica tu capacidad para estar plenamente consciente y tu eficiencia en ese momento. Resultado: baja motivación y cansancio mental.


Solución: planifica aquello que sea obligatorio, como fecha de entrega de proyectos, reuniones, citas actividades o eventos familiares, por ejemplo. Y deja tiempo libre para que puedas usarlo como te apetezca en ese mismo momento, ya sea para tus hobbies, relajación o cualquier cosa que te haga sentir libre y despreocupada.


Tener muchas ventanas abiertas a la vez en el ordenador


Esto sobrecarga tu mente. Te da la sensación de que estás haciendo mucho trabajo, pero en realidad no estás procesando totalmente ni funcionado de manera eficiente. Solo estás engañando a tu ego.


Solución: pregúntate con regularidad, cuando estés delante del ordenador, qué necesitas tener delante y para qué te sirven esas ventanas ahora.


Contestar el teléfono en el acto


Algunas llamadas telefónicas pueden ser agotadoras. Tu cerebro tiene que procesar la tarea que estás haciendo. Pero atender el teléfono rapidísimo supone cambiar de tarea e intentar procesar la conversación que estás teniendo, sin apoyo visual ni ver el lenguaje corporal del otro.


Esto hace que tu cerebro se esfuerce más. Además, después de una llamada, el cerebro necesita tiempo para recuperar el foco de atención.


Solución: antes de contestar tómate unos segundos para decidir si es un buen momento para suspender la tarea que tienes en manos o si es el momento adecuado para tener esta conversación en particular. Pídeles a tus amigos y familiares que te envíen un mensaje antes de llamarte para ver si puedes hablar en ese momento.


Dejar una tarea incompleta en un punto determinado


Debido a las permanentes interrupciones es bastante común que dejemos de lado una tarea a medio terminar para hacer algo urgente o que parece prioritario. ¿Sabes que una parte de tu atención queda allí con la tarea incompleta? Se llaman residuos de atención.


Cuando esto sucede tu cerebro trabaja más pensando en la tarea que ahora estás haciendo y rumiando sobre la otra tarea que has dejado sin terminar.


Solución: siempre habrá interrupciones, pero hay truquillos que pueden ayudar. Modifica las notificaciones del ordenador y el móvil de manera que tengas que comprobarlas manualmente cuando te venga bien.


También puedes sobre estimar el tiempo que te llevará hacer una tarea y así tendrás más posibilidades de terminarla antes de pasar a la siguiente. Y si tienes que suspender una actividad a medias, apunta brevemente lo que te hace falta para terminarla y así no rumiarás, tu mente estará más clara y minimizarás los residuos de atención.




Acumular pequeñas tareas


Responder un mensaje, cambiar las bombillas del comedor, reservar hora para el veterinario... Sin darte cuenta vas acumulando pequeños quehaceres en la mente que te van drenando. Incluso cosas súper sencillas comienzan a pesarnos mentalmente y a sofocarnos cuando son demasiadas. Y el pensamiento “tengo que hacer X” crea ansiedad anticipatoria.


Solución: cualquier tarea que te lleve menos de cinco minutos debería hacerse en ese momento, en un mundo ideal. Pero, cuando esto no es posible, no confíes en tu memoria. Apúntala o haz una lista. Esta estrategia te da paz mental y te reasegura que en algún momento las harás.


Dedica alrededor de una hora semanal a hacer esas tareas acumuladas de tu lista ayudándote a bajar el estrés y a no tener una lista sin fin.


Como ves, lo que te sugiero no son grandes cosas, aunque si las pones en práctica, la energía de la que dispones en el día a día puede ser regulada con mayor facilidad. Dejarás de estar siempre con la sensación de que no puedes más con la vida, como a veces escucho a quienes me vienen a ver o me escucho a mí misma decir cuando me olvido de cuidarme y mimarme cada día.


Buen día. Buena vida.


Vero



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